16 abr 2009

Círculo vicioso


Diego Maradona. Carlos Bilardo. Julio Grondona. Oscar Ruggeri. Sueltos forman parte de la historia viviente del fútbol argentino. No caben dudas.
El mejor jugador argentino de todos los tiempos, el técnico de la selección campeona del mundo en el 86, el intocable dueño del fútbol nacional desde hace más de 30 años y el referente defensivo en los años gloriosos en los mundiales son íconos, para bien o mal, del deporte que más practican, disfrutan y sufren los argentinos.
Pero hay que decirlo. Por estas horas ya cansan a la sociedad entera. Desde que Diego asumió como DT de la selección argentina, con merecimientos reconocidos por su trayectoria como jugador pero a la vez con antecedentes poco favorables en el banco, la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) parece una aglomeración de focas en celo.
Bilardo, ex técnico del “10” del 86 al 90, parece una figurita sin rostro pese a su rol de manager general. El mandamás de la AFA, encerrado en su autoritarismo, quiere hacer felices a todos, pero no se da cuenta que en la lucha de poderes siempre hay vencedores y vencidos. O al menos, una parte que tiene que resignar más que la otra.
Diego insiste en la importancia de tener a Ruggeri y Mancuso como colaboradores en el cuerpo técnico. Para Bilardo son innecesarios. Y para el propio Don Julio también. Sobre todo si se tiene en cuenta la pésima relación que mantiene con el Cabezón.
A la selección la dirige el mejor de todos. El mejor jugador, claro está. No el mejor técnico, al menos por ahora. Que tiene su personalidad, fuerte, chocante, apasionada. El problema es que Grondona no da el brazo a torcer ni en las peores condiciones. Se aferra a sus causas y no da tregua. Y Bilardo, se sabe, es un tipo sin poder de decisión. Aunque su mejor acierto, quizás el único como técnico, fue darle vida a Maradona con la celeste y blanca.
Las reuniones que mantienen, día tras día, semana a semana, las tres partes involucradas en el asunto, cansan. Sobre todo porque no aparece nada fructífero. No hay soluciones a la vista. Ni fuera de la vista. Y sólo se amplían las diferencias entre todos y cada uno.
Por el bien de la selección, de los argentinos, en fin, de todos, sería bueno que el círculo funcione como tal, con todo el engranaje aceitado y las piezas en orden. Por ahora sólo se trata de un círculo vicioso. Vicioso de intereses.

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