27 jun 2011

Grondona pasa factura: a las pruebas me remito


Es fácil hablar con el diario del lunes, con un resultado puesto. Pero en este caso, cuando las pruebas avalan lo que uno piensa, tiene sentido.
El 99 por ciento de los amantes del fútbol, fundamentalmente si son del interior, inevitablemente compran los discursos que se venden en los medios nacionales cuando de formar una opinión se trata.
El momento de River, sin dudas, fue el que más páginas de diarios abarcó, más minutos de radio y televisión consumió y más caracteres ocupó en los sitios digitales.
Como poco y nada se descubre y se sabe a la distancia sobre lo que sucede realmente en la gran urbe, el ‘argentino del interior’ opina siempre desde lo que ve, escucha o lee. No es ninguna novedad, pero los medios tienen, como principal función, formar opinión. Y tampoco es novedad, pero casi todos estos medios ‘forman opiniones’ de acuerdo a sus intereses en casi todos los casos, y por convicción, en muy contadas excepciones.
Por estas cuestiones, y para no caer en ese mundo donde se convive con intereses (sean éstos políticos, económicos, etcétera), me tomé el laburo de recabar información para constatar algo que vengo sosteniendo desde hace tiempo: que Grondona hace y deshace lo que quiere con el fútbol argentino. El presidente de la Afa construye y destruye lo que desea con tanta facilidad que sorprende.
¿Qué tendrá que ver Grondona con el descenso de River?
Paso a explicar, y sin temor a ser juzgado, porque tengo pruebas más que suficientes como para hacerlo parte de la catástrofe millonaria.
Ante todo, y bien vale la pena aclararlo, debo reconocer que River no descendió exclusivamente POR Grondona, pero no tengo ninguna duda de que el titular afista fue decisivo en los resultados que obtuvo el Millonario después de aquel cuestionamiento público de Passarella solicitándole la renuncia.
Para que se entienda: River descendió por los malos resultados que obtuvo en los últimos 116 partidos que jugó en las últimas tres temporadas (seis torneos). Y el pase de factura de Don Julio sólo se vio en los últimos siete partidos. El equipo de Núñez venía tambaleando desde hace años, aguantando cada golpe para no sufrir el nocaut, pero fue el propio Grondona el que decidió bajarle el pulgar a la estadía millonaria en la máxima división del fútbol argentino.
“Grondona debe renunciar y dejarle su lugar a otro”, tiró públicamente el Káiser, temperamental como pocos, en una reunión de la Afa en la que estaban todos los dirigentes que, aunque opinen totalmente lo contrario, saben que deben asentir todo lo que dice Don Julio si quieren ‘evitar problemas’.
Eso no se hace. O si se hace, habrá que bancarse las consecuencias. Y no en vano Grondona tiene subordinado a cientos de dirigentes, en Buenos Aires y el interior, en equipos chicos y grandes. Por algo lleva más de tres décadas clavado en el sillón presidencial de la Afa. Por algo es vicepresidente de la Fifa. Por algo nadie se anima siquiera a pensar en sucederlo.
Y Passarella lo sabía, pero se animó. Por suerte. Aunque no midió las consecuencias. Al menos no pensó el momento de hacerlo. Pudo haber esperado el final del torneo, pero no se bancó el ‘robo’ de Lousteau en la derrota ante Boca y estalló. No pensó. Y es verdad, a veces conviene pensar lo que se dice. Ser frontal es contraproducente, y ni hablar en un ambiente tan apestado como el que maneja Grondona, que pese a conocer las pérdidas que significa un descenso de River, dejó en claro que su orgullo puede mucho más que cualquier cosa.
Volviendo a la problemática River, el pase de factura que diagramó el presidente afista tuvo nombre y apellido: Sergio Pezzotta.
Después de esa derrota con Boca, o mejor dicho, después de aquel desafío público de Passarella, River no ganó nunca más. Más allá de su nivel de juego (los errores de Carrizo, por caso, no llegaron de la mano de Grondona), el equipo que más títulos domésticos consiguió en 110 años de historia se vio perjudicado por errores ajenos. Hubo ‘mano negra’, para que el futbolero entienda.
En las últimas cinco fechas del torneo Clausura, Pezzotta dirigió una vez a River y otras dos veces a Olimpo y Arsenal, los rivales directos del Millonario por evitar caer en la Promoción.
Arsenal y Olimpo sumaron cuatro de esos seis puntos, mientras que River sólo sumó uno. Pero no sólo eso. El partido más relevante de la última fecha fue Quilmes-Olimpo. En ese partido, más que en el propio, estaba el futuro del Millonario, que jugaba con Lanús con la posibilidad del desempate como máximo premio. River necesitaba que Olimpo no gane para evitar la promoción. Y ese partido lo dirigió Pezzotta. Cuando el equipo bahiense ganaba 1-0, hubo un clarísimo penal (pido al que tiene dudas que lo vea) sobre Romeo que el juez, de manera increíble, decidió ignorar. Esa tarde ganó Olimpo, y como el conjunto de Jota Jota perdió con Lanús, cayó en la temida promoción.
Ahí lo esperaba Belgrano, que en el primer juego se impuso 2-0 como local. Dirigió el misionero Pitana, aunque fue el asistente Bonfá el que cobró el penal (indiscutido) de Román que derivó en el 1-0 Pirata. ¿Alguna vez tuvo tanta injerencia un línea para cobrar una pena máxima? Al menos yo no registro ningún caso, menos en un partido tan trascendente.
La revancha, para sustentar la hipótesis que sostengo, contó con el arbitraje de Pezzotta. Que hay que reconocerlo, perjudicó claramente a River. El Millonario ganaba 1-0 desde los 5 minutos y necesitaba ganar por dos de diferencia para mantener su lugar en la elite, pero el hombre de negro ignoró un claro penal de Pérez sobre Caruso (también pido que lo vean) y en el cierre de la primera parte no expulsó a Lollo, quien estando amonestado cortó con falta una clara contra local.
También vale la pena aclararlo, cobró otro penal a favor del Millo que Pavone desaprovechó.
Casualmente (si así prefiere pensarlo el lector), o no, Pezzotta dirigió la final de la Copa Libertadores un par de días antes y será el juez argentino en la próxima Copa América que se celebrará en nuestro país. Lindos premios para cualquier árbitro internacional. Hermoso reconocimiento de un jefe para el ‘buen’ empleado.
Lógicamente resulta difícil exponer pruebas, pero atando cabos a veces pueden encontrarse las respuestas a esas preguntas que siempre giran en la cabeza. Y que no hacen más que certificar el peso específico que tiene Don Julio a la hora de hacer y deshacer en el fútbol argentino.

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