15 oct 2009

"Que la sigan chupando"


(¿?). No son palabras de uno más. Las dijo Diego Armando Maradona, nada más y nada menos, con todo lo que eso implica. Cansado de las, a su criterio, exageradas críticas que recibe desde que asumió la dirección técnica de la selección argentina de fútbol, Diego explotó. Y las bombas cayeron, sin distinción de clases, sobre el periodismo. No sobre periodistas en particular, sino sobre el periodismo en general. Por eso es lógico que hoy todos los canales, radios, medios gráficos, digitales, etcétera estén, cuanto menos, molestos con las palabras del 10.
Ni bien finalizó el partido con victoria frente a Uruguay en Montevideo, que le dio a Argentina el pasaporte directo al Mundial de Sudáfrica, Maradona y Bilardo, antagonismos si los hay, se enroscaron en un interminable abrazo de júbilo para desahogarse de todo (lo feo) lo que les había pasado hasta entonces.
Sin embargo, más allá de las palabras de Bilardo (hablen ahora, putos...), fueron las palabras regadas de pólvora de Diego las que impactaron en todo el planeta. "Este triunfo es para todos los argentinos, menos para los periodistas", dijo, descartando cualquier posibilidad de que un periodista sea, según su punto de vista, argentino, y como tal que tenga derecho a festejar semejante conquista. Conquista que por otro lado, parece, no debiera merecer tanto alboroto.
Probablemente, para no decir con seguridad, existan periodistas antiMaradona, mala leche o como quiera llamarlo cada uno. Pero de ahí a generalizar, meter a todos en la misma bolsa y tildar públicamente a los periodistas como los principales enemigos es un acto de alguien fuera de sí, incapaz de aceptar críticas y, menos aún, reconocer sus errores, algo que nunca supo, quizo ni trató de aprender Diego.
¿Acaso nosotros, los periodistas, somos culpables del flojo rendimiento de Messi? De las cinco derrotas que lleva Maradona en ocho partidos dirigidos? ¿Nosotros acaso somos cómplices de las internas que se cansa de originar Heinze en el seno del plante? ¿A nosotros se nos ocurrió la idea de querer ganar en la altura con tubos de oxígenos? ¿El periodismo tiene la culpa de que Maradona, por fiaca de levantarse, haya decidido no entrenar nunca de mañana y hacerlo en un solo turno por la tarde? ¿A nosotros se nos ocurrió la (idiota) idea de confiar en Maradona como DT cuando sus números eran algo más que desastrosos cuando dirigió a Racing y Mandiyú?
No creo. En realidad estoy seguro: NO.
Si algo siempre le faltó a Maradona es, precisamente, autocrítica. Su figura de ídolo mundial hace tiempo le hizo olvidar cuestiones que van más allá de esa "figura". Diego no se banca las críticas, no tolera que lo cuestionen. No soporta que le digan lo que tiene que hacer. No resiste que lo señalen. Así, parece realmente muy complicado que las cosas se encaminen. Muchos dirán que es auténtico. Y es verdad. Su espontaneidad siempre llevó a que todo lo que diga adquiera dimensiones extraordinarias (cómo olvidar las célebres frases "La pelota no se mancha" y "me cortaron las piernas"), pero hay veces que traspasa todos los límites. Hasta los imposibles. Como en este caso.

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