6 ago 2012

Juegos Olímpicos: se cosecha lo que se siembra

Los Juegos Olímpicos sin dudas concitan la atención mundial. De todos, sin excepción. Porque hasta las mujeres que nunca vieron una pelota parecen saber del tema. O al menos opinan. Y está bien, porque es casi de lo único de lo que se habla por estos días. El mayor evento que alberga a los mejores atletas de cada país en cada disciplina es el epicentro de todas las miradas. En Londres están las principales figuras del mundo, los que rompen records mundiales, aquellos que inscriben sus nombres en el libro Guinness y al fin de cuentas todos los anhelan, con más chances que otros, colgarse algunas de las medallas. Todo deportista que elige una actividad sueña con llegar a estar en la Villa Olímpica. Argentina, que fue fundador del Comité Olímpico Internacional en 1894 pero que recién comenzó a competir treinta años después, tiene una delegación numerosa (137 atletas) pero con pocas expectativas de conseguir preseas. ¿Por qué? Sencillo. Más allá de lo que se piensa, un atleta olímpico no se hace de la noche a la mañana. Eso cuesta millones de dólares, nadie llega sin un trabajo serio de entrenamiento, sin una buena carga de competencia. En síntesis, sin un plan de trabajo y una política deportiva. Argentina careció durante décadas de ello. Las urgencias llevaron a usar los fondos, equivocadamente, en otros lados. En un país con problemas de alimentación y una alarmante deserción escolar, a nadie debería sorprender que menos del diez por ciento de nuestros jóvenes se encuentren federados en algún deport, mientras que en el mundo el promedio es del 25 por ciento. No faltará quien diga que hoy el COA (Comité Olímpico Argentino) tiene un presupuesto (181.000.000 de pesos) acorde a las necesidades. Y es verdad, como también que se necesitan muchos años más para que se comiencen a ver los frutos de ese trabajo. Ninguna planta da sombra cuando recién se la siembra por más abono que se le ponga. Por eso el objetivo está puesto en Brasil 2016. El básquet debió esperar veinte años para que su Liga Nacional le aportara una generación de jugadores que hizo historia y será difícil que vuelva a repetirse. Las Leonas han tenido una cultura del trabajo que no es común en nuestra tierra y así todo llegaron invitadas a estos juegos. Misiones no está ajena a esta realidad. El presupuesto es insuficiente y el aporte privado ha sido casi nulo. Nuestras representaciones deportivas están en un segundo o tercer nivel en el orden nacional y la ausencia de deportistas en Londres es una consecuencia de ello. El problema es que hasta que no entendamos dónde estamos parados, difícilmente comenzaremos a cambiar la situación y debemos estar preparados para que el árbol no nos tape el bosque, porque es posible que la medalla bronceada de Del Potro o alguna eventual del hockey o el básquet nos hagan creer que somos un país del primer mundo en materia deportiva. Y, sinceramente, nada más lejos de la realidad. Germán Lauro ganó un diploma (marcó un nuevo récord argentino) y nos emocionamos con ello. Federico Molinari accedió a las instancias finales en anillas y nos entusiasmamos. Yamil Peralta quedó en las puertas de las semifinales en el boxeo y nos lamentamos. Paula Pareto perdió en primera ronda y nos preguntamos por qué no se dio. Y en tenis de mesa hasta embanderamos al chino Liu Song, que si bien representa a Argentina de casualidad puede hablar en castellano. Del Potro ganó la primera medalla (bronce) para el país y fue noticia nacional en todos los medios. Fue tapa de todos los diarios. Todos se volvieron especialistas en tenis y algunos hasta lo definieron como el mejor deportista en argentinos en muchos años. ¿Tan mal estaremos que nos conformamos con tan poco? ¿Tenemos que acostumbrarnos a festejar logros menores? Con esto, aclaro, no quiero desacreditar el podio del tandilense, porque ganarle a Djokovic, sobre pasto, no lo consigue cualquiera. Y Del Potro lo hizo con autoridad, aunque ya había ganado parte de la medalla con el partidazo que le hizo a Federer en semis. No creo que sea casualidad, pero las restantes únicas medallas que aspiramos a conseguir están en el básquet masculino y el hockey femenino. Justamente, dos deportes que implementaron una política deportiva hace más de una década que dio muy buenos dividendos. Por historia, los rusos siempre fueron protagonistas en atletismo, porque ya en los primeros años de escuela son obligados a practicar las disciplinas de salto en alto, en largo, anillas, caballete, etcétera. Los norteamericanos también lo vienen implementando progresivamente y ahora son los chinos quienes no dejan de sorprender en las diferentes pruebas. En China y en Corea, por ejemplo, los chicos empiezan a practicar deportes a los 4 años, por lo que no sorprende que a los 15 años ya tengan chances olímpicas. En Argentina, y sobre todo en Misiones, las clases de educación física dejan mucho que desear. Dos vueltas a la manzana, un par de abdominales, otras tantas flexiones, algunos quizás se esfuerzan en la barra y listo. Pelota de fútbol o básquet y a divertirse. Está claro que, así las cosas, en fútbol y básquet Argentina siempre va a ser candidato a pelear arriba (aunque la albiceleste ni siquiera clasificó a estos Juegos después de haber ganado el oro en las últimas dos citas), pero las necesidades están a la vista. Falta apoyo, falta una política deportiva. Faltan personas capaces de ofrecer un proyecto y llevarlo a la práctica. Ojalá las cosas empiecen a cambiar a futuro, porque después de la magra cosecha que conseguirá Argentina en estos Juegos, será momento de dar un cambio de rosca.