18 jun 2012

Guaraní: la historia pone las cosas en su lugar

Y subió nomás Guaraní. A veces la historia castiga, posterga ilusiones y obliga a pagar derecho de piso, pero a la larga siempre pone las cosas en su lugar. Y el ascenso de la Franja al torneo Argentino A es el fiel reflejo de lo contradictorio y a la vez justo que es el fútbol. En realidad, lo bueno que tiene es que ofrece revancha de manera constante, y por lo general, después de varios sinsabores, siempre ofrece un banquete importante. Tras ocho temporadas en la cuarta categoría del fútbol argentino, y a casi dos décadas de los últimos partidos importantes a nivel nacional, como aquellos frente a Godoy Cruz de Mendoza y Gimnasia de Jujuy, en 1993 y 1994, Guaraní al fin se amigó con la historia. Con esa que necesariamente lo requiere un escalón más arriba, donde aparecen equipos con más tradición nacional. En un primer momento, previo al inicio del certamen, estaba todo diagramado como para tener a la Franja en la pelea seria. Con Arsenio Ribeca, un técnico serio, reconocido, laburador, frontal y un currículo que merece respeto, el rumbo tenía certezas. Plantel había, sin dudas. Se mantuvo la base del equipo anterior, llegaron hombres que ya conocen de ascensos y hazañas (Medrano, Gamarra y Escobar Fretes), se repatrió nada menos que a un Barinaga mucho más maduro y florecieron esos pibes del club, como Brzozowski, Kopp y Cardozo, entre otros, que a base de puro sacrificio y entrega le dieron mayores posibilidades al cuerpo técnico. Así empezó a forjarse el Guaraní campeón 2011-2012. Pero como todo torneo largo, repleto de obstáculos, el barco comenzó a naufragar a mitad de camino. El coordinador Osvaldo Gutiérrez, quien ahora pretende aparecer como gestor del proyecto exitoso, no tardó en ponerle palos a la rueda que empujaba Ribeca. Sus diatribas contra el entrenador, y las rápidas respuestas de éste, repercutieron drásticamente en el rendimiento del equipo, que estuvo cinco fechas sin ganar antes de que explote todo y vuele la cabeza del técnico. Gutiérrez, claramente, quería un entrenador más dócil y adaptable a sus ideas. Y apostó por la llegada de Daniel Teglia, quien tenía como máximas referencias haber dirigido a la reserva de Rosario Central. Sin los pergaminos de Ribeca, entusiasta del perfil bajo y alejado de las polémicas, Teglia cumplió a la perfección su laburo. Dejó a un lado las polémicas anteriores y se puso manos a la obra. Con un plantel ya formado, aunque herido psicológicamente, el oriundo de Villa Constitución reorganizó el rompecabezas y moldeó un equipo sobrio, con algunos cambios que fueron determinantes, como la nueva función de Cristian Barinaga como mediapunta y la consolidación de Enzo Bruno como titular. La novedosa sociedad explotó en cuestión de algunos partidos y a partir de ahí Guaraní evidenció un crecimiento tanto en el rendimiento como en los números. Nadie parece haberse percatado pero Guaraní perdió apenas dos de los últimos 22 partidos que disputó, estadística que habla a las claras de la solidez que consiguió la Franja en la segunda parte de la fase regular y, lo más importante, en la instancia decisiva del campeonato. Para entonces se sumaron al equipo Diego Salvatierra y Ricardo Argañaraz, otra pieza clave que aceitó aún más el engranaje colectivo. En el cuadrangular de la segunda ronda los fantasmas de decepciones anteriores sobrevolaron Villa Sarita tras la caída en Córdoba y el empate en casa ante For Ever. Pero cuando clasificar parecía una misión cuanto menos complicada, Guaraní demostró sus verdaderas intenciones en los últimos dos partidos como visitante, momento en el que decididamente se recibió de candidato al ganar en Chaco y Formosa. Esos dos triunfos, además de servir de inflador anímico para lo que iba a venir, fueron el comienzo de una racha invicta que aún se mantiene. En los tres cruces de playoffs (cuartos de final, semifinal y final) hizo lo que hay que hacer para proclamarse ‘candidato’. Empató afuera el primer cruce. Y después resolvió la cuestión en casa. Con sufrimiento ante Colegiales, con drama, nervios y suerte frente a Juventud Unida y con personalidad en el cierre ante San Jorge. Lo de la gente merece un párrafo aparte. La nueva generación de pibes, que vivió emociones similares más por fotos y palabras que por experiencias personales, no perdió esa idiosincrasia natural y pasional de antaño, y festejó la conquista como un sueño postergado cumplido. Misiones se regocija. La historia puso las cosas en su lugar y la tierra colorada tiene un nuevo motivo para esperanzarse. Salud campeón.